10/27/2006

A preparar la jornada del 25 de noviembre en Tampico, Cd. Madero y Altamira


Oaxaca de Ana María Vera Smith


Oaxaca.
Se trata de un movimiento popular con mayúsculas. En donde el repudio a Ulises Ruiz se convirtió en el elemento unificador.

La Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca carga con profundas heridas. Lleva a cuestas el dolor por sus muertos; de los 14 durante la presente lucha y de los cientos de miles que han aportado en las páginas sublimes de la historia patria. Desde la conquista española, periodo donde se sucedieron insurrecciones de indígenas mixtecos, zapotecos, mixes y cuicatecos; donde los españoles utilizaron perros asesinos llamados lebreles para perseguir a los mixes de Tututepec y aún así no los pudieron doblegar; hasta el presente donde comunidades enteras, familiares y amigos de las víctimas responden con tanta dignidad ante las balas asesinas de Ulises Ruiz, como ellos lo dicen.

Lo mismo durante los foros y asambleas, que al caminar por las calles y visitar las barricadas, se respira la decisión del No al sometimiento. Interpreto que se trata de un poderoso impulso del corazón que orienta la cabeza, según la concepción de nuestros ancestros.

Por ello, ni la represión más brutal, ni el cambio de vestiduras de los encargados de las instituciones, ni la vergonzante entrega de 41 mil millones de pesos a la Gordillo (personaje siniestro), podrán silenciar o desaparecer y mucho menos comprar, los niveles de hartazgo comunitario.
La campaña mediática impuesta desde la bota del poder donde los papeles se cambian y justifican la brutalidad policiaca a cada movimiento social, construye realidades virtuales que, sumadas a la vida cotidiana cada vez más precaria ponen al descubierto mediante el aumento de los movimientos sociales, la profunda crisis de la democracia representativa y electoral así como de la propiedad privada como sustento único de las relaciones económicas. ¿Qué sentirán los legisladores que votaron por la ley televisa, por la monsanto, por la ley indígena, y otras tantas que solo representan los intereses de un puñado de gente pero que a la vez significan el adelgazamiento brutal del derecho, la política, el respeto, la dignidad y la vida? Seguro que lo olvidaron porque hoy siguen privilegiando el confort personal.
La democracia representativa es una forma de dominación. Está imposibilitada como mecanismo histórico para responder a necesidades sociales si no se encuentra estrechamente vinculada a mecanismos constantes de democracia directa, asamblearios y comunales; donde la palabra de los de abajo sea la pauta y los procesos de autogestión la fortaleza. El movimiento oaxaqueño esta dando fe de esta democracia participativa y solidaria.
Pero esos muertos que murieron con tanta dignidad, reclamarán siempre desde sus tumbas que en Oaxaca y en la patria toda prevalezca la voz del México profundo y bronco, del de abajo, del que ha puesto la mayor cuota de sangre en cada proceso revolucionario en donde los de arriba han asaltado el poder, envileciéndolo. Sí, esas muertes exigirán que el movimiento en el que participaron y que constituye un ejemplo de rebeldía, de resistencia, y de lo más difícil en la izquierda mexicana, de unidad, prevalezca y se consolide pase lo que pase.
La vigilancia es un elemento que tiende a convertirse en un factor preventivo para que el ejercicio de la política sea un ejercicio de servicio y no un ejercicio de poder personal o de grupo.
La vigilancia colectiva en relación al interés común, posibilita la construcción de una sociedad política nueva; generadora de espacios para la discusión, la crítica, el reconocimiento de debilidades, la articulación de conocimiento y la materialización de nuevas fortalezas en los diferentes contextos.
La unidad y la vigilancia del movimiento popular son indispensables. La desaparición de poderes era la salida idónea para el inicio de la solución al conflicto oaxaqueño. Al cancelar esa vía la absurda decisión del Senado por los compromisos del PRI y del PAN, sólo queda en este momento la improbable licencia o la renuncia de Ulises Ruiz Ortiz como vía inmediata para una salida intermedia que posibilite construir el espacio requerido para las transformaciones profundas que exigen los oaxaqueños.
Mientras el autoritarismo y la violencia se privilegien sobre las posibilidades reales que se aprecian en el movimiento para articular formas de gobierno propias, los hombres y mujeres de la APPO y la sección XXII, movimientos con raíces tan profundas no tendrán descanso, y los hombres del poder tampoco.


Ana María Vera Smith.