10/06/2010

Miguel Enriquez, HASTA LA VICTORIA SIEMPRE, 5 de octubre de 1974.

Miguel Enríquez y toda una generación inmolada de revolucionarios vuelven para emprender nuevas batallas. Y regresan de la mano naturalmente de la juventud


Miles de jóvenes latinoamericanos abrazan desde temprano las ideas revolucionarias. Muchos de ellos canalizan sus inquietudes políticas por medio de una militancia orgánica y por medio de un intenso trabajo social. Allí por lo general, esta su escuela fundamental donde desarrollan su conciencia de clase. Otros, los menos, llegan a la idea de revolución, por medio de lecturas de algunos de los clásicos del marxismo, u otros textos de teoría. Todos por lo general aspiran a contribuir en distinta medida con la consecución de un mundo mejor para los explotados.

Algunos de nuestros jóvenes entienden como una contradicción la práctica política militante y un fuerte trabajo en torno a la teoría. Más allá de los lugares comunes, que nos hablan de lo necesario de la teoría para desarrollar el trabajo práctico, vemos como muchas veces estos dos elementos marchan por caminos separados. No son pocos los jóvenes que se concentran en uno u otro de los elementos mencionados produciéndose en la práctica la contradicción de la que hablamos.

Pero lo que se da en realidad muy pocas veces, es que una muchacha o un muchacho, animado por una sensibilidad social y comprometido con su clase, tome la teoría revolucionaria, la someta a una fuerte crítica en relación con la práctica y la desarrolle al calor de implementar una nueva herramienta política para la clase obrera que responda a los desafíos de su tiempo histórico.

Uno de esos jóvenes se llamaba Miguel Enríquez, el genial conductor revolucionario chileno. A este revolucionario lo podemos situar en lo más alto del desarrollo de un original marxismo latinoamericano.

Miguel vivió la lucha revolucionaria de su pueblo como un joven rebelde. No solamente por su corta edad sino además por su mente abierta y su desafío de las jerarquías establecidas en la derecha y también en la izquierda.

Su vida política juvenil fue meteórica. Vivió joven y, lamentablemente, murió joven. Apenas había cumplido los 30 (treinta) años cuando la muerte en combate lo encontró dignamente donde tenía que estar. Del lado del pueblo, de cara al enemigo, enfrentando a la dictadura de Pinochet. En el año en que se funda el Movimiento de Izquierda Revolucionaria-MIR, Miguel tenía 21 años. Cuando se convierte en su secretario general contaba con 23. Miguel encarna por lo tanto, el más puro ejemplo de un joven rebelde con causa y de las más justas.

Miguel y su generación se atrevieron a pensar, a estudiar, a polemizar y actuar con cabeza propia, enfrentando a pesar de su juventud al experimentado reformismo de su tiempo, que pedía “realismo” para actuar en política y que trataba de imponerle esa misma lógica a la juventud.

La práctica política del MIR y de Miguel Enríquez ubicaron en el centro del debate la doble tarea que los revolucionarios tienen por delante si pretenden lograr eficacia en su accionar contra el sistema capitalista: crear, construir y desarrollar la independencia política de clase y, al mismo tiempo, la hegemonía socialista.

En la historia latinoamericana, quienes sólo pusieron el esfuerzo en la creación y consolidación de la independencia política de clase, muchas veces quedaron aislados y encerrados en su propia organización. Generaron grupos aguerridos y combativos, militantes y abnegados, pero que no pocas veces cayeron en el sectarismo. Una enfermedad recurrente y endémica por estas tierras. Quienes, en cambio, privilegiaron exclusivamente la construcción de alianzas políticas e hicieron un fetiche de la unidad a toda costa, con cualquiera y sin contenido, soslayando o subestimando la independencia política de clase, terminaron convirtiéndose en furgón de cola de la burguesía (“nacional”, “democrática” o como quiera llamársela), cuando no fueron directamente cooptados por alguna de sus fracciones institucionales.

Quizás la principal enseñanza de Miguel, como lo dijera otro autor de quien aquí tomamos varios conceptos, es mostrarnos como se deben combinar ambas tareas en forma dialéctica, recreando la independencia de clase y al mismo tiempo de una manera inteligente, quebrar el bloque en el poder y su política de alianzas mientras se construye el espacio propio de poder de los explotados.

Miguel nunca se dejó confundir con el supuesto progresismo de un sector de la burguesía, entendiendo a la perfección que las burguesías nacionales, son parte fundamental del engranaje de dominación del imperialismo capitalista a pesar de sus discursos seudo nacionalistas.

Miguel creía que el sujeto de las transformaciones sociales latinoamericanas no podían ni debían ser los “empresarios buenos”, aquellos que producen, por oposición a los “empresarios malos”, los que especulan. Todo capitalismo es especulativo. No hay capitalismo bueno y capitalismo malo, capitalismo con rostro humano y capitalismo con cara monstruosa. Hay capitalismo. Hay imperialismo. Miguel lo sabía perfectamente. La lucha de Miguel y sus compañeros en contra del reformismo en todas sus formas, debe ser estudiada por las nuevas generaciones de revolucionarios en toda su rica dimensión teórica y práctica.

Seria largo de enumerar todas las contribuciones de Miguel Enríquez al pensamiento y acción revolucionaria, que ya lo dijimos, lo sitúan junto con el Che y Roberto Santucho, en la expresión más alta del marxismo aplicado creadoramente en nuestro continente. La necesidad de recrear hoy todos aquellos aportes, es extremadamente urgente y se transforma en una de las tareas políticas de mayor importancia si queremos efectivamente incidir de forma decidora en la lucha de clases.

Con justicia debemos decir que todos los seres humanos, también son hijos de su tiempo histórico y que ese tiempo histórico, esta cruzado por el desarrollo de la lucha de clases. Miguel y sus compañeros de generación, tampoco escapan a esta situación y así lo entendemos. El alza de la lucha de clases que se vivía a fines de los años 50 del siglo pasado, naturalmente que incidió en la preparación de aquellos cuadros. Pero no podemos olvidar que es justamente ahí donde se expresa toda la riqueza de quienes se atreven a ir más allá de su tiempo. Leer acertadamente su tiempo y además ponerse a la altura de las circunstancias, venciendo los temores, las dudas internas, las dificultades y hasta las propias carencias que pueden existir de todo tipo, convierte a un joven rebelde, con gran desarrollo intelectual, comprometido social y políticamente, en un revolucionario de la estatura de Miguel.

Miguel creció con el ejemplo de Guevara y de la revolución cubana y fue un fiel defensor de sus enseñanzas. El guevarismo como síntesis leninista de un original marxismo latinoamericano, tuvo en Miguel al igual que en Santucho, una de sus expresiones más altas y separó aguas desde temprano y en forma clara, tanto con el reformismo, como con el anticomunismo disfrazado muchas veces de progresismo. Fue un ejemplar defensor del socialismo, pero eso no le impidió condenar en forma pública y tajante lo injustificable, como el caso de la invasión soviética a Checoslovaquia.

Miguel comprendió la importancia estratégica del plan político del Che y se dio a la tarea de construir junto a otras organizaciones latinoamericanas, una coordinadora de organizaciones revolucionarias en el continente y en esa tarea lo sorprendió el golpe de estado en Chile.

Personalmente encabezó la resistencia a la dictadura, comprometiéndose tanto en tareas orgánicas, políticas conspirativas, militares y de forjar la unidad de las fuerzas de la resistencia. La solidaridad militante y el resguardo de la vida y la seguridad de sus compañeros en circunstancias particularmente difíciles, tampoco escapó a sus preocupaciones.

El 5 de Octubre de 1974 en una calle de Santiago de nombre Santa Fe, la represión fascista, en un número cercano a 300 hombres y con equipamiento que comprendió hasta tanques, finalmente cercó a Miguel y a un grupo pequeño de sus compañeros. Con su compañera sentimental embarazada y con escaso armamento, decidió enfrentarse al terror fascista y resistir hasta rendir la vida después de un duro enfrentamiento. Fue consecuente y leal para con la clase obrera y el pueblo explotado y prefirió la muerte digna de un combatiente por el socialismo, que vivir un exilio dorado como tuvo la oportunidad de hacerlo.

Aquella mañana de octubre, una vida se apagaba en calle Santa Fe. Un plan político quedaba interrumpido para la clase obrera. Un paréntesis en el largo camino al socialismo.

Quienes éramos niños en aquella época, hoy alegremente como era Miguel, retomamos sus banderas. Hoy Miguel se agiganta y su nombre nos hace un nudo en la garganta. Hoy Miguel rebelde una vez más, nos reta para que asumamos las tareas pendientes.

Nuestro continente vive un tiempo distinto. El seudo nacionalismo, el populismo y el reformismo, tratan una vez más de hacer escuela. No pocos se acomodan en sus nuevos ropajes políticos y mientras hacen gala de un anticomunismo feroz, apoyándose para ello en forma oportunista en la caída de los llamados “socialismo reales”, nos llaman a nuevas alianzas subordinadas a la burguesía y a implementar un socialismo que no es otra cosa que el viejo plan socialdemócrata disfrazado de revolución.

Todos estos planteamientos hoy tan en boga, se diseminan por doquier fundamentalmente entre nuestra juventud, en un intento por impedir el surgimiento de nuevos Migueles, Santuchos y Guevaras.

Existe toda una serie de escribidores que tratan por todos los medios de convencernos que lo que existe, es todo lo posible de alcanzar y que no podemos ir más allá. Muchos medios de los llamados “alternativos”, debidamente muchos, subvencionados y financiados por el social capitalismo, se encadenan en su discurso complaciente hacia procesos que en el mejor de los casos, no pasan de ser modelos capitalistas burgueses, con una bien controlada inversión en asistencia social, que actúa como medida contrainsurgente para convencernos que estamos en presencia de una verdadera revolución. su objetivo natural es la juventud.

Pero el Che, Santucho y Miguel, vuelven desde la historia con su sonrisa traviesa y nos señalan las tareas pendientes de la clase obrera y el pueblo explotado.

No puede existir una verdadera revolución sino se conquista la independencia de clase, no se rompe el bloque en el poder y no se construye la herramienta política de la clase obrera para hacer la revolución. Y esta revolución de la que hablamos, no puede ser otra que la derrota de la burguesía en todas sus variantes, el derrumbe y la destrucción del Estado burgués capitalista y la construcción de la nueva sociedad.

Naturalmente que una revolución así, no puede hacerse a partir de la inversión de las transnacionales, de privilegiar con fondos especiales a la burguesía, con castigar el ingreso de las trabajadoras y trabajadores, con solo cambiar el nombre a las viejas instituciones y con la mantención de todo el andamiaje jurídico-político del capitalismo.

Miguel Enríquez y toda una generación inmolada de revolucionarios vuelven para emprender nuevas batallas. Y regresan de la mano naturalmente de la juventud y es allí donde sus figuran hoy se convierten en gigantes. En todo el continente van surgiendo nuevas voces de mujeres y hombres que se plantean retomar el plan político de la revolución socialista bajo nuevas condiciones y desarrollarlo consecuentemente.

En ellos vemos vivo a Miguel, a Santucho y al Che. Sabemos que la historia no se detendrá jamás y que a la humanidad le esperan mejores tiempos. Es la juventud precisamente quien traerá la buena nueva noticia. En los campos, en las ciudades, en las universidades y en los barrios, empieza a crecer de nuevo la rebeldía. La lucha de clases da un nuevo giro e impulsa a miles al combate por sus derechos. Este desarrollo creciente de la lucha de clases, hará posible el surgimiento de un tiempo político distinto y ahí se escucharán las nuevas voces de revolucionarios que derrotarán finalmente al capitalismo y sus socios menores del reformismo. Con todos ellos irá Miguel.

Para cerrar estas líneas, creemos importante señalar, que Miguel Enríquez, transciende a los revolucionarios chilenos y, ya es herencia fecunda de todo el movimiento revolucionario internacional, entregando desde la historia, su mirada de futuro luminoso, que va señalando con certeza, el camino por donde avanzarán triunfantes, las nuevas generaciones de mujeres y hombres de nuevo tipo. En todos ellos, Miguel vivirá para siempre.

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